Es jueves en la mañana. Un jueves con cara de viernes, ya que al otro día es festivo debido a la celebración de la Batalla de Boyacá de la campaña libertadora de américa hace 196 años. Pero esa es otra fiesta. Los católicos de Ubaté celebran su propio acontecimiento que les permite alimentar su esperanza y su fe: el 6 de agosto, día de la renovación del Santo Cristo de Ubaté.
Para muchos este día es la esencia de las ferias y fiestas. El día que se espera año a año con fervor para poder expresar agradecimiento y reconocimiento al patrono de Ubaté. Por eso, y con presencia del Obispo de Zipaquirá, Monseñor Héctor Cubillos Peña, todos se congregan en la Basílica Menor de Ubaté.
Los fieles llegan al templo desde las 8 de la mañana a la misa que empieza a las 10, todo con el fin de poder coger asiento. Los que hacen bien la tarea participan de la procesión por las vías del municipio en compañía de una imagen de Cristo.
Monseñor Héctor Cubillos inicia la esperada misa. Los fieles cubren cada espacio del templo y desde arriba solo se observa el piso del centro de la basílica.
El Santo Cristo ‘feo’
Según documentos y testimonios, consultados en El Tiempo, el Cristo era una escultura imperfecta, desproporcionada e insípida. Los sacerdotes de hace 400 años indicaban que motivaba más al desprecio que a la devoción.
Antes de este fenómeno, (al que se le denomina renovación) del que fueron testigos un sacerdote y una barrendera, el Santo Cristo no tenía los azotes y las llagas que son labradas en todas las representaciones de Jesús. Tampoco tenía un lugar fijo en iglesia, a tal punto que estuvo cerca de ser destruida.
A partir de ese acontecimiento, la historia del Cristo cambiaría radicalmente. Sin tocarlo, aparecieron las heridas, se plasmó una nueva mirada en su rostro, esta vez de sufrimiento y su imagen comenzó a hacer milagros.
Los promeseros
Por eso desde 1923, y luego de ser instalado en un camarín, miles de promeseros provenientes de municipios de Boyacá, Santander y Cundinamarca visitan la catedral de Ubaté donde se encuentra expuesto, seguros que el Santo Cristo hará hasta lo imposible por cumplir todas sus peticiones.
Los promeseros, dispuestos a venerar la imagen, llegaban en tren hasta Ubaté, desde Saboyá, Puente Nacional y Bucaramanga. Se bajaban en las estaciones de Villegas y La Isla de Ubaté y eran conducidos en chivas hasta la catedral. También había personas que llegaban en camiones y caballos.Traían tiples, guitarras y cantaban mientras recorrían las principales calles hasta llegar a la iglesia
Hoy, el Santo Cristo de Ubaté está encima del altar mayor del templo para que todos puedan venerarlo.
“Personas que nos visitan, sigan y crean en el Santo Cristo porque él está alegre por esta celebración”, concluyó el párroco de la Basílica Menor, Pablo Jaime.
Redacción La Villa