En las verdes montañas de Hato Viejo, una pequeña vereda de Sutatausa, la música ha sido el hilo invisible que teje generaciones. Allí, los acordes de guitarras y tiples no son solo sonidos; son historias que cuentan el alma de una comunidad campesina que ha aprendido a resistir y soñar al ritmo de sus melodías.
Esa herencia, transmitida de abuelos a nietos, estuvo en peligro de perderse. Pero hace dos años, la Junta de Acción Comunal, liderada por Daniel Romero, decidió que era hora de afinar las cuerdas de la tradición. Con una visión tan clara como las mañanas de la vereda, gestionaron la creación de una escuela de música tradicional, un proyecto que comenzó con unos cuantos instrumentos comprados gracias a un apoyo del Ministerio del Interior.


Desde entonces, Hato Viejo ha encontrado en sus jóvenes la fuerza para mantener viva la magia de sus canciones. Con un profesor que viaja desde la cabecera municipal, las clases no solo enseñan música; también alimentan sueños. Niños que antes solo escuchaban las canciones de sus abuelos, hoy afinan sus guitarras con la esperanza de un día dominar aquellas melodías.
El esfuerzo ha dado frutos visibles. Durante las festividades recientes en Sutatausa, los estudiantes de la escuela emocionaron a la comunidad con sus interpretaciones, mostrando cuánto han crecido desde sus primeras notas. La dedicación de líderes como Patricia Rodríguez ha sido clave en esta travesía, acompañando a los jóvenes en cada paso para que sus esfuerzos brillen en el corazón de su gente.
Y ahora, la música de Hato Viejo tiene un motivo más para celebrar. El proyecto Herencia de los abuelos, presentado por Daniel Romero, resultó ganador de la convocatoria Corazonarte 2024 de la Gobernación de Cundinamarca. Este logro significa más que un reconocimiento: asegura recursos para la compra de nuevos instrumentos, el mantenimiento de los existentes y una salida pedagógica que motivará tanto a estudiantes como a sus familias.


“Esto no es solo tocar un instrumento”, explica Romero, un músico empírico que lleva la música en la sangre. “Es un llamado a recordar quiénes somos, a conectarnos con nuestra raíz campesina y a creer en un futuro que respete nuestra identidad”.
Los jóvenes de Hato Viejo han demostrado que, con esfuerzo y pasión, las montañas pueden ser testigos de sueños que trascienden generaciones. Hoy, sus melodías no solo suenan en las festividades; resuenan como un eco de esperanza que anuncia que la música de sus abuelos seguirá viva en sus manos y corazones.