La violencia, la aparición de grupos insurgentes y la disputa por la tierra entre paramilitares, guerrilleros y narcotraficantes, le impidieron a Richard Bernal y a su familia volver a su pueblo: La Palma, Cundinamarca. Un municipio golpeado por los actores ilegales del conflicto armado colombiano que en 2002 obligó a más de tres mil personas a abandonar sus casas, de acuerdo con cifras del Registro Único de la Población Desplazada (Rupd).
La madre de Richard inició una nueva vida en Ubaté, poblado que sirvió como inspiración para que su hijo explotara su vocación, que desde pequeño, ha sido servirle a la gente. Logró sus primeros pinos mediante su labor como enfermero al hacerse cargo del cuidado de adultos mayores de la provincia.
Materializó su sueño cuando en 2004 decidió crear una organización privada que llevó como nombre Hogar Geriátrico San Carlos RC. Sin embargo, debido a las funciones que se realizaban, en 2007 pasó a ser Fundación San Carlos. “Desde pequeño tuve experiencias demasiado fuertes que lo toman a usted y lo ponen en una balanza: o usted se vuelve una porquería en esta vida o se las da de filántropo para salvar el mundo y, aunque se estrelle todos los días, opté por eso”.
La Fundación lleva ese nombre, producto de un fuerte vínculo que tuvo Richard con uno de sus pacientes que llevaba como nombre Carlos, cuando cumplía con su labor como enfermero. Desde entonces prometió que él sería la primera persona que llevaría a su Fundación y, aunque no le fue posible, continuó con su proyecto.
Las primeras huellas
Laureano Puchana fue el primer adulto mayor que la Fundación San Carlos recibió en 2005. Oriundo de Tangua, Nariño, el señor Puchana llegó a Ubaté para trabajar como celador de una mina. No obstante, años después, sufrió varios episodios de trombosis y fue llevado al hospital por quien fue su jefe, y al ser dado de alta, el dueño de la mina se acercó a la Fundación para dejarlo allí. Pagó los primeros meses de estadía del señor Puchana, pero luego se olvidó de él. “Ese fue el primer abuelo que tuvimos en abandono”, señaló Richard.
Dos años después recibió una llamada del dueño de la mina quien le ofreció consignar un dinero a la Fundación a cambio de que Laureano fuera llevado hasta Bogotá y “despachado” en un bus hasta Tangua, Nariño. Pero, Richard se rehusó a hacerlo porque desconocía lo que pasaría con el señor Puchana.
Tiempo después se enteró, en un evento que organizó la Fundación para recaudar fondos, que quien había sido jefe de Laureano había llegado al pueblo nariñense a decir que el señor Puchana había muerto. Y fue en esa reunión donde se enteraron que Laureano tenía una hija en Nariño que debido a las condiciones precarias en las que vivía ella, le era imposible llevarse a su papá de regreso.
Un camino pedregoso
El trasegar de la Fundación no ha sido fácil. Richard, y su equipo de trabajo, han luchado para que este proyecto cuente con una sede propia, pues a la fecha se encuentran ubicados en tres casas tomadas en arriendo, cuyo precio representa un costo muy elevado para la Fundación. “Siempre estamos en déficit y existe una idea equívoca por parte de personas inescrupulosas al decir que aquí se hace plata”.
Richard lamenta que en Ubaté haya tanta gente adinerada sin disposición para servirle a la comunidad. “Aquí hay tierra que no la usan para nada, pero prefieren tenerla ahí. En vez de decir: ¡Oiga! yo la dono y póngame a mí el derecho como fundador honorable y permítame algún día llegar ahí y póngame una placa que esto lo hice yo. He hablado con estas personas y les he dicho: ustedes tienen los recursos, yo les entrego la fundación, a su nombre, y ustedes son los que figuran. Déjenme seguir luchando por los abuelos y ustedes me ayudan con una sede para la Fundación”, indicó Richard.

Sin embargo, la respuesta frente a esta petición siempre ha sido negativa. La visión económica prevalece y propietarios de grandes extensiones de tierras argumentan, de acuerdo con Richard, que hacer algo así no les generaría ningún tipo de ganancia.
Y es que este no es el único problema que atormenta a Richard. Actualmente tienen 36 adultos mayores: 20 de ellos cuentan con algún familiar quien asume los gastos, pero los 16 restantes son abuelos que se encuentran en condición de vulnerabilidad al no tener a alguien que asuma la mensualidad que tiene un costo entre 300 y 350 mil pesos e incluye alimentación, alojamiento, cuidados de enfermería y ropería.
Los 36 abuelos deberían estar al cuidado de seis enfermeras, un terapeuta, un psicólogo y un gerontólogo. No obstante, la Fundación solo está en la capacidad de pagar cuatro enfermeras, una persona que se encarga del aseo y otra de la cocina. Richard asegura que trabajar allí es sinónimo de entrega y ayuda, y aunque hay una remuneración monetaria de por medio, es más un reconocimiento a la labor cumplida, ya que los salarios son muy bajos.
Las donaciones
La Fundación San Carlos reconoce que ha estado en pie gracias no solo a personas de buen corazón que hacen donaciones, sino a empresas de la región como Minería Los Pinos, organización que próximamente cumplirá un año desde que decidió aportar a la Fundación; a la panadería San Roque, que deja sus productos a mitad de precio, y a El Distribuidor, que cada ocho días dona el pollo para el almuerzo “dominguero” de los abuelos.
Los 36 abuelos deberían estar al cuidado de seis enfermeras, un terapeuta, un psicólogo y un gerontólogo. No obstante, la Fundación solo está en la capacidad de pagar cuatro enfermeras.
El proyecto también ha sido posible por la gestión que, en su momento, realizó la administración del exalcalde Richard Pachón (2008-2011) entregando alimentos, ropa, zapatos y hasta electrodomésticos a la Fundación y que además permitió, con el préstamo de busetas, que los adultos mayores viajaran una vez al año y durante una semana a Anapoima, mientras Richard y sus amigos pintaban paredes y reacondicionaban las instalaciones de la Fundación.
Pero las donaciones no solo han sido económicas. El acompañamiento y la creación de actividades lúdicas han ayudado a estos abuelos a salir adelante para que no se sientan olvidados. Y en esta labor todos los colegios de Ubaté han aportado su grano de arena. Estudiantes de todas las instituciones han visitado la Fundación facilitando el trabajo del equipo que allí labora mediante juegos y actividades que a los adultos mayores les gustan, además de escuchar esas incesantes historias que se repiten una y otra vez, pero de las que los abuelos nunca se cansan.
Un rol político
Si bien, Richard es el fundador de este proyecto, hace dos años tuvo que desvincularse legalmente para figurar como voluntario, ya que era una causal que le impedía participar políticamente como precandidato, candidato y actual concejal de Ubaté.

Con 645 votos, Richard Bernal fue el concejal más votado del municipio. Como lo cuenta él, muchos de estos votos los ganó por su reconocida labor social con la Fundación. “Como concejal, en cualquier toma de decisiones, me tengo que abstener por mi papel y es comprensible y lo acepto, pero como concejal también puedo generar una convocatoria en la comunidad para que me apoyen con la solicitud a la administración actual, para que se entregue en comodato un terreno para que la fundación tenga una sede propia. Hay que seguir por la causa y el hecho de que yo sea concejal no me exime de la responsabilidad que tengo con esta Fundación, con las personas que habitan acá y, sobre todo, con la comunidad que me dio su apoyo en pro de que yo logre una sede para esta fundación”, agregó.
La Fundación continúa
A pesar de las dificultades, la Fundación San Carlos continúa. Continúa para seguir ayudando a los adultos mayores que se encuentran en abandono y a otros a quienes sus familiares los han dejado allí depositando toda su confianza en el equipo de trabajo de este proyecto.
La Fundación no es solo un lugar donde cuidan abuelos, es un espacio de socialización y celebración de fechas importantes. Sí, fechas importantes como cumpleaños, la navidad, el año nuevo y hasta matrimonios. Allí también se tejen historias de amor, pero no de esos amores modernos sino aquellos que llevan décadas de admiración y un ¡Hasta que la muerte los separe!
La Fundación San Carlos no podrá tener las instalaciones más lujosas, pero en los pasillos se respira mucho amor, cariño, entrega y amabilidad, que podría aumentar si los ubatenses ayudan a este proyecto que lo que necesita son manos, y no cargadas de dinero, sino de servicio por los demás. Hay que acercarse a esta Fundación, compartir una tarde con los abuelos y darse cuenta que el camino que escogió Richard es un camino pedregoso, pero satisfactorio.
Karla Amaya Granada
Redacción La Villa
karlaamgr@lavilla.com.co