Soy Cristina Garzón Castro, orgullosamente colombiana y nacida en la hermosa Villa de San Diego de Ubaté, en Cundinamarca. Psicóloga y Pedagoga, comunicadora educativa de profesión, escritora de pasión. Actualmente vivo en Alemania, desde donde he decidido compartir mi experiencia de vida en estos últimos días, enfrentando a un nuevo enemigo invisible llamado COVID-19.
En los últimos días, y teniendo en cuenta el incremento de la pandemia que está enfrentando nuestra humanidad, varios amigos cercanos me han escrito desde Colombia para preguntarme cómo estoy. Otros me han cuestionado acerca de la real situación del virus aquí en Europa y si es o no una exageración la medida impuesta por el gobierno colombiano el tema de la cuarentena.
Con el transcurrir de los días, he podido percibir en cada uno de sus mensajes el miedo y la desesperanza ante la situación donde, indudablemente, uno de los principales aspectos que se ha visto afectado, aparte de la salud, ha sido la economía de muchos colombianos y del mundo entero.
Otros tantos han dudado de la información que se publica cada día en las redes sociales y noticias, si es verídica o no, si es producto de la imposición social y el manejo mediático, información que día a día se va confundiendo más y más con los chistes y memes diarios, producto de la saturación de información y en algunas ocasiones del desconocimiento de la realidad.
A raíz de todo esto, como muchos otros que han empezado a dedicarse a sus más grandes virtudes desde casa, yo he decidido retomar una mis mayores pasiones, la cual había dejado de lado debido a las labores diarias y afanes de la vida, pero que por estos días, donde he tenido bastante tiempo he podido retomar y es el amor por escribir.
Cada día me levanto y pienso, -en serio estoy viviendo esto, o solo es producto de mi imaginación y una pesadilla de la cual no he podido despertar-. Algunas veces los días han sido largos, otros cortos, algunos con insomnio, otros solitarios y de reflexión.
Sin embargo, cuando me levanto y veo las noticias del día, me doy cuenta que es una situación real, miles y miles de muertes en diferentes países del mundo, casos de incremento de la pandemia e impotencia de los gobiernos han puesto de cabeza nuestra humanidad.
Por todos estos cuestionamientos he decido hacer lo único que puedo hacer hoy para contribuir de alguna manera a mi país y al lugar que me vio nacer, y es hablar desde aquí cómo ha sido mi experiencia, lo que ha sido vivir cada día con este enemigo, esperando que pueda servir de manera reflexiva y preventiva a las personas en Colombia y evitar ahora mismo una tragedia mayor.
¿Por qué aún no he perdido mi sonrisa en estos últimos días?
Esta ha sido la pregunta que ha rondado mi mente desde que apareció esta nueva realidad a nuestras vidas. Hace unos pocos días estuve en España, específicamente en Madrid, y sin que pasara por mi mente, justo ese mismo día el Covid-19 empezó a expandirse con mayor fuerza por la multitud de personas en las diferentes manifestaciones conmemorando el día internacional de la mujer.
Ese día, recuerdo muy bien, la cantidad de pasajeros italianos en el aeropuerto internacional de Barajas, completamente desesperados porque les habían cancelado sus vuelos y no podían regresar a casa. Como buena colombiana empecé a hablar con la gente y preguntar qué pasaba en Italia en esos momentos.
Tuve contacto con muchísimas personas en el aeropuerto ese día, debido a que mi vuelo también fue cancelado y tuve que estar en Madrid mucho más de lo esperado. Inicialmente creí que era una exageración por parte de las aerolíneas cancelar tantos vuelos y evitar la llegada de los italianos a sus lugares de origen.
Pensé dentro de mí, un simple ‘resfriadito’ no puede estar parando un país completo. No obstante, ante mi completa ignorancia y desinformación inicial acerca del tema, dos días después pude darme cuenta que lo que estaba ocurriendo en Italia no era un simple resfriado, lo que se avecinaba con pasos agigantados hacia otros países europeos era un monstruo completo llamado Coronavirus, pero nunca pasó por mi mente que ese monstruo también llegaría a Latinoamérica y menos a mi país: Colombia.
Volviendo a hoy y retomando mi pregunta inicial, no estaba exagerando en absoluto; mi vida ha cambiado por completo desde ese entonces, al igual que ha cambiado la vida hoy para millones de personas.
Pero y entonces, ¿por qué no he perdido la sonrisa después de estos días de incertidumbre y desesperanza para la humanidad? A lo largo de todos estos días, me ha quedado bastante tiempo para reflexionar y volver a la esencia de las cosas: Dios. He podido ver la muerte de frente varias veces tanto en Colombia como fuera de ella, esta vez la he tocado de cerca y la estoy tocando cada día, y aún no estoy exenta de este enemigo biológico.
El mundo entero tampoco lo está hoy. Aunque me duele el alma levantarme cada día y ver las noticias rodeadas de muerte y enfermedad en Europa, me duele mucho también ver cómo el virus ya llegó a América y como está avanzando a pasos agigantados, especialmente en Estados Unidos donde la cantidad de casos ya supera a la misma España en tan solo unos pocos días y como la cantidad de muertes ha superado ya a Alemania.
A pesar de todo esto, estoy tan agradecida con Dios cada día, y con la vida que me ha regalado hasta hoy. Como dice la canción, “no sé que pasará mañana”, ni tampoco sé que viene para el mundo en los próximos días y semanas, pero de lo que sí estoy convencida es que para mí es un milagro poder respirar cada día, comer, dormir y hablar con mis seres queridos así sea por medio de una video llamada. Espero que para ustedes que están leyendo esto hoy, les sirva para entender y valorar un poco la vida que tienen hoy, las familias que están reunidas, la poca o mucha comida que tienen en sus alacenas y las imposiciones que de alguna u otra forma el gobierno ha decretado.
Ante todo lo que se ha vivido aquí, hoy puedo responder con la mano en el corazón que esta situación es muy real y no es ninguna exageración del gobierno ni de los medios de comunicación. Sé que es difícil entenderla, así como en Colombia, muchas personas no han reconocido la gravedad de esta situación y se han tomado este periodo de cuarentena como vacaciones por y han incrementando aún más el riesgo de contagio.
Tendría muchas cosas que decir ante esto, pero por ahora, solo puedo agregar que esta pandemia de orden mundial es un incansable llamado que Dios está haciendo a la humanidad cansada y agobiada ante tanta tragedia; es un llamado a la solidaridad, al trabajo en equipo, al autocuidado y a acercarnos a su presencia, para clamar todos juntos y pedir misericordia por este mundo de insensatez e ignorancia que como seres humanos nosotros mismos hemos generado.
Este también es un llamado de la naturaleza, es un grito desesperado de nuestro planeta tierra exhalando desespero y desolación al ver como lo hemos destruido cada día, por querer tener el poder, el control del mundo, por alimentar guerras sin sentido, por amor al dinero más que a la familia, por el materialismo, la vanidad y consumismo, por el egocentrismo y la falta de unidad. Pero, ¿de qué sirve todo esto si no se tiene salud para poder disfrutar del dinero y de la compañía de una familia?
Hoy el mundo nos está uniendo como la familia que somos a pesar de las diferentes lenguas, culturas y naciones, para luchar juntos por nuestra supervivencia. Somos tan frágiles y tan pequeños en medio de esta hermosa creación, que la aparición de un enemigo más pequeño, que aún ni siquiera se puede ver con nuestros ojos, está derribando nuestras vidas, aniquilando economías completas, doblegando grandes empresas, cerrando bolsas de valores en todo el mundo y dejando en la incertidumbre a grandes potencias de la humanidad, creando miedo y desesperanza por doquier como pan de cada día, en las alacenas vacías de cada supermercado debido al egoísmo humano.
Finalmente, pero no menos importante, amigos en Colombia, esta es una cordial invitación para que se cuiden, tomen las precauciones necesarias y sigan las implementaciones del gobierno por duras y difíciles que parezcan, para que dejen por un momento las peleas en contra del gobierno, para que hagan un alto en su camino y empiecen a hacer algo productivo desde sus hogares, aprovechando de la mejor manera con sus hijos y familiares este tiempo que nos ha sido regalado de alguna manera para volver a la esencia de nuestras vidas.
Cuando me refiero a una cordial invitación, lo digo a manera reflexiva y de prevención. A mi me encantaría decir que aquí la invitación ha sido cordial pero hasta el momento no lo ha sido. Hoy con más de 60 mil casos de infección en un período de aproximadamente tres semanas en el lugar donde vivo (y eso que contando con los altos estándares de calidad en los temas de salud que se tienen aquí), la invitación a tomar precauciones no ha sido tan amigable como en Colombia lo pueden estar tomando hasta ahora con algunos días de cuarentena vivida.
Aunque muchas personas ya lo han dicho antes, no es demás repetir, por favor “quédense en casa”, eviten el mayor contacto social posible con personas que no sean de su núcleo familiar y cercano. Yo sé que para la mayoría de los colombianos no es fácil vivir en aislamiento social por la calidez humana que corre por nuestra sangre, pero tengan en cuenta que para los italianos y españoles tampoco ha sido y por esta razón se está viviendo hoy la magnitud de este virus.
A manera informativa, los invito a no caer en la sobresaturación de la información, a no seguir corrientes falsas de noticias en las redes sociales, a no alimentar el negativismo pero sí la prevención.
Invito a las familias que tienen que compartir un techo hoy por alguna u otra razón, sean tolerantes con sus parejas, con sus hijos y familiares, porque suficiente dolor tenemos que sobrellevar ya, para incrementarla mediante la tragedia de la violencia intrafamiliar.
Espero poder tener la motivación e inspiración en estos días, semanas o meses que vienen de aislamiento social, para seguir escribiendo y compartiendo reflexiones y positivas noticias para todos.
Cristina Garzón Castro