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Recordando a Javier Maldonado, el exitoso ecólogo ubatense, tras cinco años de su muerte

Su padre, Germán Maldonado, en conversación con La Villa, recordó a su hijo y reconoció “el enorme legado” que dejó gracias a sus más de 20 años de trabajo científico.

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El ecólogo Javier Maldonado Ocampo murió tras naufragar en medio de una excursión que adelantaba por el departamento del Vaupés. Tenía 42 años, era profesor de Biología de la Universidad Javeriana y contaba con una amplia experiencia como ictiólogo. Había elaborado el listado de peces más grande de la Amazonia.

“Amó el río y se fue con el río”. Con esta frase los amigos y conocidos del ecólogo, Javier Maldonado Ocampo describieron el fallecimiento del destacado científico en aguas del río Vaupés. Estas mismas palabras fueron utilizadas por varios medios nacionales para titular la noticia del deceso del doctor en biología y reconocido ictiólogo.

La noticia del náufrago de la embarcación en la que viajaban Javier y sus compañeros de expedición se conoció el sábado 2 de marzo de 2019. Tres días más tarde se confirmó su muerte tras el hallazgo del cuerpo a 73 kilómetros río abajo y, desde entonces, el mundo científico y personas cercanas a él se volcaron en reconocimientos a él y mensajes de apoyo para su familia.

Su padre, Germán Maldonado, en conversación con LA VILLA en marzo de 2019, recordó a su hijo y reconoció “el enorme legado” que dejó gracias a sus más de 20 años de trabajo científico. “Sus investigaciones quedarán como consulta casi obligada para quienes están inmersos en estas carreras”, expresó.

Para Germán, quien rememora a Javier con y admiración y respeto, la pérdida de su hijo menor es otra prueba más de la vida. En su mirada se refleja la fuerza y tenacidad a pesar de tener “el corazón, la mente y el espíritu lacerado”.

No es la primera vez que este padre afronta esta situación. Ya sabe lo que se siente, pues en otras dos oportunidades perdió a un hijo: a Neil Javier, cuando apenas tenía tres meses de vida; y años más tarde, a Edwin Germán, quien luego de sufrir un accidente de tránsito a los 31 años y de vivir durante cinco años en estado vegetativo, abandonó este mundo con apenas 36.

La madre de Javier, Nora Ocampo, quien fue docente durante 20 años en el Colegio Santa María, prefirió no figurar en ninguna de las fotos tomadas por este medio aludiendo no estar preparada para ello. Sin embargo, agradeció las muestras de cariño de los habitantes de Ubaté y la región. “Hemos recibido cientos de llamadas y mensajes de apoyo, los cuales agradecemos y valoramos”, recalca y es enfática en decir que Javier Alejandro (como lo llamaba) aparte de haber sido un “profesional dedicado, responsable y comprometido”, fue “un excelente hijo, hermano, tío y amigo”.

Esta familia ahora solo cuenta con tres de sus seis hijos: Patricia, Claudia y Nelson, quienes se han convertido en su fortaleza y compañía tras esta tercera pérdida

Patricia, la mayor, se refiere a su hermano menor como el “orgullo de la familia” y con tres decenas de fotos en sus manos, nos va mostrando las instantáneas más destacadas que Javier se tomó durante sus expediciones y su vida. Recuerda con cariño los días en que llevó a Javier cuando era niño a algunas de las conferencias a las que asistía. Ella sacrificó parte de sus actividades por el amor a su familia, pues fue quien cuidó a Edwin desde el accidente hasta sus últimos días de vida.

De Claudia, quien vive en Italia, y Nelson, quien reside en la ciudad de Cali, se refieren como una unidad. Nelson era el “partner, cómplice, amigo” de Javier, con quien compartían el gusto por la bicicleta, la música y las “buenas conversaciones”.

De todas las fotos que guardan como un tesoro, tres reposan en la sala de la casa familiar. Imágenes tan grandes como el recuerdo de Javier, que ya hacen parte de la decoración invaluable. Y como no, pues no solo está en los corazones de estos padres y hermanos, sino en el de todos aquellos que lo conocieron y compartieron con él.

A este hijo de Ubaté lo llamaban ‘Nano’ de cariño. Tocaba clarinete e hizo parte de un grupo musical que se llama ‘La Sonora Matancera’, el cual tuvo que dejar por el tiempo que le exigían sus investigaciones. “Faltan adjetivos para definir el trabajo que logró y la gran persona que era”, comenta su padre.

Su legado

Ya se ha dicho de todo sobre el trabajo que realizó. Su alma mater se refirió a él como el hombre que “con morral al hombro, su gorra bien puesta y botas de caucho, recorrió las zonas más inexploradas de la cuenca amazónica colombiana, con el objetivo de encontrar información sobre peces que, bajo las aguas, permanecen ocultos y no han sido reconocidos, pues allí está la mayor biodiversidad de peces de agua dulce en la tierra».

Y es que con solo ver sus fotos, estas palabras son fiel testimonio de su actividad como investigador, pues convirtió al río en su oficina y a la Amazonía en su corazón.

Javier había hecho el listado de peces más grande de la Amazonia. Archivo particular.
Javier había hecho el listado de peces más grande de la Amazonia. Archivo particular.

Hizo parte del proyecto Amazon Fish, que desde el 2015 ha recopilado más de 12.000 registros de peces de agua dulce (solo en Colombia), información de diarios de viaje, textos académicos especializados, artículos, datos de bases online y de universidades de todo el mundo, que incluyen más de 90 colecciones científicas. Asimismo, han utilizado herramientas de visualización, como mapas interactivos, para que la información sea de libre acceso. Los registros más antiguos datan de hace más de cien años.

En enero de 2018 firmó un acuerdo con el entonces presidente Juan Manuel Santos en Lagos Tarapoto, para catalogar este lugar como el primer humedal protegido de la Amazonia.

El ecólogo fue uno de los responsables del descubrimiento de 24 nuevas especies para la ciencia en Colombia en el alto Vaupés y el alto Inírida, dos zonas con grandes vacíos de información científica a causa del conflicto armado colombiano. Como parte de las tareas estaba el encontrar, junto a investigadores del Laboratorio de Ictiología de la Javeriana y colegas de la Universidad de Toronto, en Canadá, un curioso pez color rojo.

Además del interés por la conservación y el conocimiento sobre los peces, Javier también se preocupó por los efectos de las hidroeléctricas en los ecosistemas y ríos amazónicos. En su artículo Fragmentation of Andes-to-Amazon connectivity by hydropower dams, del cual es coautor, concluye que las represas alteran el hábitat de los peces y crean insalvables barreras para su movimiento a través de los ríos.

Ahora su legado de conocimiento científico, y nombre, será recordado por lo que fue en vida; o como dijo su padre, servirá para que futuras generaciones amplíen su interés por la fauna. Paz en su tumba.

Jorge Suárez Celis

REDACCIÓN LA VILLA

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