Nuestro viaje inicia estando apenas fuera del corredor central que de Zipaquirá conduce a Ubaté, enclavado a la sombra de unas imponentes cuchillas tutelares nos encontramos pisando predios cargados de historia precolombina, en el municipio de Sutatausa. Tras una larga temporada invernal que asoló a Colombia durante el primer semestre de 2012, seis individuos aventureros, algunos más empedernidos que otros, nos detenemos embelesados en esa primera mirada, como ‘Davides’ en frente de su Goliat (por ponernos a tono bíblico dadas las implicaciones religiosas a las que también este viaje nos acercará, si así lo deseamos) ante nuestra empresa inmediata, llegamos allí pues, con el fin de realizar una caminata por los farallones.
Iglesia principal conjunto doctrinero en Sutatausa
Sutatausa es un típico pueblo cundinamarqués, que conserva la tranquilidad y la quietud de los pueblos campesinos del altiplano cundiboyacense, detenidos en el tiempo de la colonia. Aún se aprecian las viejas casonas de tejas de barro, adobe y gruesos muros de aquella época, habitadas por campesinos de coloridos vestidos, sombrero y ruana, un gesto providencial que evade el mal habito de contrastar la arquitectura colonial de un pueblo con las tendencias de vestimenta vanguardistas de sus pobladores, como para dejar al viajero la posibilidad de conseguir una vívida experiencia cronográfica.
Interior de la iglesia principal del conjunto doctrinero de Sutatausa
Desde la escuela nos vendieron la idea de que ‘algo de lo bueno’ que trajo la conquista de las Américas fue la religión. Yo, particularmente, nunca estuve de acuerdo con esa idea, y después de conocer la historia de Sutatausa me llevo la certeza de no estar equivocado. Sutatausa tiene uno de los pocos conjuntos doctrineros que quedan en el país, como pudimos aprender mientras nos recreábamos contemplando su arquitectura y la poco acertada indumentaria que una compañera nuestra había errado escoger para enfrentar lo que nos esperaría apenas un momento después.
Los conjuntos doctrineros son plazas compuestas por un templo, cuatro capillas posas y una antecapilla, y como su nombre lo indica está hecho con el fin de convertir a los indígenas “Herejes” en piadosos católicos. Los doctrineros tenían todo un proceso establecido para que hasta el más rebelde de los ‘indios’ pasara de adorar al sol, a venerar y tributarle a una pintura. Aún, detrás del altar del templo, está la máquina de tortura empleada para el “sacro santo” lavado cerebral.
Inicio de la caminata a través de terreno plano recorriendo el río
Lejos del dogma, la iglesia principal del conjunto doctrinero San Juan Bautista se puede catalogar como una joya de la arquitectura colonial, no sólo por su historia y construcción, sino también por sus murales que datan del siglo XVII, usados también como herramienta para el adoctrinamiento de los indígenas. Apreciar estos bellos murales me dejó un sentimiento encontrado, entre admiración e indignación.
Paisaje de las montañas de Sutatausa
Después de que nuestra guía nos diera una muy buena clase de historia, se dispuso a prepararnos para el inicio del recorrido hacia los farallones, objetivo principal de nuestra visita al pueblo. Durante el trayecto inicial atravesamos varias fincas y terrenos que bordean el río Ubaté. A través de las praderas cenagosas aun por la inundación que dejó el invierno, la ruta nos cobró una buena cuota de resbalones, “mocasines” y tenis sepultados bajo el fango y cruzando los potreros surge el instinto básico de asirse a algo como apoyo para acelerar la marcha en el difícil terreno inundado ¿Por qué precisamente de la cerca eléctrica? Como si se tratara de un ardid en complicidad con el suelo húmedo para darnos una zurra de voltios, eso dolió.
Equipo de caminantes subiendo hacia los farallones de Sutatausa
Después de 30 minutos de caminata estamos ya al pie de la montaña, cargados de energía (por partida doble), prestos a iniciar el ascenso. Entre la vegetación se ven grandes piedras con aspecto coralino que nos dan una idea de la prehistoria de Sutatausa. Una imponente cascada, que finalmente dejará sus aguas en el río Ubaté, emerge de entre los farallones. El ascenso es exigente pero el paisaje es realmente sobrecogedor.
Piedra del rey león en los farallones de Sutatausa
Llegamos felizmente a la cumbre de los farallones, aproximadamente a 3200 m.s.n.m, sin hechos para lamentar, y con mucho para intercambiar al regreso… Cuando se logra la cumbre y se mira al horizonte se pueden apreciar valles y cadenas montañosas que componen un paisaje verdaderamente espectacular. Es posible sentirse ínfimo ante la grandeza de la naturaleza. Caminar por los farallones es una tarea compleja, dado que tienen una buena inclinación y la piedra coralina facilita los tropiezos. Estando en la cima, la guía inicia una segunda clase de historia, contando como en ese punto se cometió uno de los grandes genocidios de la colonia, donde más de 5000 indígenas prefirieron morir a ser sometidos nuevamente por los españoles.
Fábricas con grandes chimeneas que procesan carbón y otros minerales en los farallones de Sutatausa
Los farallones de Sutatausa esconden una realidad de varios resguardos naturales de nuestro país. La minería, es otra de las principales actividades económicas de la región. Atrás de los farallones se pueden ver las fábricas con grandes chimeneas que procesan carbón y otros minerales arrancados de la tierra. Uno las mira mientras se pregunta: ¿Contaran con licencias? ¿Estarán reguladas?…
Flor que crece sobre los farallones de Sutatausa
El recorrido continúa por el camino real que conduce a Zipaquirá, el cual fue la ruta utilizada por la rebelión comunera en el primer intento de independencia. En este trayecto también encontramos las piedras de un cementerio con pinturas rupestres, que algún creativo y enamorado grafitero bilingüe complementó con un contundente: “Claudia Only You”. Después, la guía nos lleva a través de bosques de pinos y eucaliptos para retornar al conjunto doctrinero, al término de esta ardua pero inolvidable jornada.
Grafiti sobre pictogramas indígenas en los farallones de Sutatausa
El recorrido tomó alrededor de 5 horas. Caminar los farallones de Sutatausa es una experiencia maravillosa, llena de aventura y retos. Para las personas que gustan de las travesías y la naturaleza, este es un plan excelente.
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