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Rápido El Carmen: un servicio en decadencia

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En el mes de enero de este año adquirí un automóvil para mi movilidad y desde entonces es muy común viajar desde Ubaté hacía Bogotá en mi carro. Antes de eso era un recurrente usuario de la empresa de transporte  Rápido El Carmen y, en especial, de su servicio súper directo.

Los días en los que usar el servicio de esta empresa, eran recurrente las quejas normales: demora en el despacho del pasaje, excesiva espera para abordar, el alza abusiva de las tarifas y cuando el bus salía de la agencia de Ubaté, la demora del recorrido por la Kra 4 mientras completaba el cupo; digamos que eso estaba entre lo “normal”.

Sin embargo, debo decir que el servicio de la Rápido El Carmen es cada vez más  decadente, desorganizado y chapucero. Y lo digo con todos los argumentos obtenidos por las desagradables experiencias que tuve, luego de retomar el uso de este servicio.

Hace un par de semanas decidí no viajar tanto hacía Bogotá en mi vehículo personal y utilizar más el bus. La razón: quería descansar y no quemarle tantos kilómetros a mi carro, en fin.

Voy a referirme a dos casos puntuales. El miércoles 2 de noviembre tomé un bus súper directo de los amarillos hacía Bogotá, salí a las 03:30 pm de la agencia. El conductor se detuvo a la salida del municipio porque algunos pasajeros bajaron a comprar unos quesos, todo normal. Sabía que por tarde estaría en el Portal Norte a eso de las 05:30 pm, es decir, dos horas de recorrido, porque asumí que a la entrada a Bogotá estaría complicada por el tráfico vehicular.

Yo estaba ubicado en la primera fila detrás del conductor y observé varias cosas que incomodarían a muchos usuarios. La que me pareció más grave fue que el conductor compró una presa de gallina con papas para comer en el camino; mientras sostenía con sus manos la pechuga de la gallina, sus codos tomaron un papel protagónico: iban direccionando el timón del bus. ¡Qué practica más irresponsable!.

Como si eso fuese poco, y luego de alimentarse, empezó a utilizar su teléfono celular para llamar a sus conocidos buscando posada en Ubaté, ya que de regreso se quedaría en el pueblo. Hasta ahí todo normal de no ser porque no usó manos libres para atender las llamadas.

Mientras este conductor realizaba sus llamadas, el vehículo disminuía su velocidad, era obvio, estaba con mayor concentración en su celular. Uno entiende que la velocidad y la prudencia en carretera son unas de las mayores responsabilidades al conducir, pero en lugares en donde está permitido ir a 80 kilómetros por hora este señor iba a 60.

Estuve tentado en varias ocasiones en llamarle la atención para pedirle que condujera en vez de estar hablando por teléfono, pero cuando me volteé para ver si algunos de los pocos pasajeros que íbamos en ese bus también estaban molestos por las acciones de este conductor me di cuenta que todos iban dormidos y que mi reclamo no sería apoyado. Ahora pienso que igual debí hacerlo.

Cuando íbamos en Centro Chía el señor recibió otra llamada, al parecer era un colega, y supongo que no le gustó lo que escuchó porque con palabras que no se pueden repetir se quejaba de los directivos diciendo que no les daban los espacios para almorzar y que por eso  tuvo que medio comer algo en el bus. Ahí comprendí lo de la presa de gallina: no tuvo su hora de almuerzo. ¡Grave!

Luego de dos horas y media de camino, finalmente llegué a mi destino. Admito que no le iba a dar las gracias al bajar, pero luego de saber que la jornada laboral de estos señores son largas, estresantes  y sin tiempo para hacer sus cosas, decidí agradecerle porque, en últimas, me llevó a mi destino. Luego, estuve durante un tiempo pensando en qué condiciones trabajan estas personas, porque son seres humanos y merecen todas las garantías, sobre todo por semejante responsabilidad que llevan.

Bueno, esa página la pasé sin saber que la siguiente sería peor. El viernes 4 de noviembre volví a utilizar el servicio súper directo de la Rápido El Carmen. Otra vez me tocó un bus de los amarrillos. Salimos de la agencia a las 04:30 de la mañana. Como era tan temprano me acomodé para dormir por el camino y no me di cuenta de muchas cosas hasta que un ruido me despertó en Zipaquirá. Estábamos en el sector de La Paz. Eran las 05:30 de la mañana.

El conductor del bus 0225 luchaba, literal, con la caja de cambios para poder avanzar. Con ambas manos hizo fuerza para lograr arreglar el mecanismo sin éxito. El bus se había varado, así no podíamos seguir. De inmediato le reclamé al conductor que qué estaba pasando con el mantenimiento de los vehículos, a lo que me respondió que no era culpa de él.

Hizo una llamada contando lo que había sucedido y por fortuna cuatro minutos después llegó otro bus amarillo, solicitó permiso para hacer el trasbordo y subirmos al otro bus. Tengan presente el número de ese bus: 0225. Si se llegan a subir pregunten si ya arreglaron la caja.

Luego del transbordo, el trancón de la ciudad mató mis ilusiones de llegar temprano. Iba para la Terminal de Transportes y llegué a las 08:00 de la mañana, es decir, tres horas y media de recorrido.

Todo esto me llenó de interrogantes de la calidad del servicio que los usuarios de Ubaté tenemos que soportar, porque si bien un trancón no es culpa de nadie, el mantenimiento de los vehículos, el trato a sus empleados y la capacitación de los mismos es responsabilidad exclusiva de esta empresa.

Seguramente habrá otras empresas de transportes en peores condiciones, pero estamos hablando de la empresa de transporte de mi pueblo: Ubaté. Sí, somos un municipio y merecemos una compañía que no le envidie nada a la de las grandes ciudades.

Solo por mencionar un punto que debe ser obligatorio. Ese día, el viernes  4 de noviembre, abordé un bus Bolivariano con rumbo a Girardot y su conductor tenía claro que las llamadas se hacían con manos libres, además que existían carteles dentro del bus que lo decían.

Pareciera que con todo lo mencionado, la Rápido El Carmen no podría fallar en más cosas. Pero para sorpresa mía no fue así. Traté de buscar un canal para expresar mi malestar. No tienen página web, no tienen redes sociales, no había nada, ningún medio que me permitiese entrar en contacto con ellos. Sólo encontré que están en las páginas amarillas.

Creo que es hora de hacer un llamado de atención porque estoy seguro que no soy el único usuario con quejas y recomendaciones. Se viene el mes de diciembre, el mes con mayor flujo de viajeros y si no queremos que ocurra algún accidente, como los que ya han pasado y buses de esta compañía han estado involucrados, es hora de ponerle la lupa a este problema.

Aquí no se trata de culpas, pero creo que todos tenemos nuestras responsabilidades: los directivos, por explotar a sus empleados y no diseñar un sistema óptimo de mantenimiento de buses; los conductores, por no ser más cautos en conducir y no respetar las normas de tránsito; las autoridades por no ser más rígidos en sus controles y finalmente nosotros los usuarios, por no cuidar las cosas que son para nuestro uso.

Por: JORGE SUAREZ

PERIODISTA

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