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La crisis venezolana llega a Ubaté

Ana Ortega, una venezolana procedente del Estado Zulia, llegó a Ubaté en mayo de 2017, acompañada de su esposo Ender José Nieves.

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La crisis económica, política y social que padece Venezuela originó que a diario lleguen a Colombia cerca de 37 mil ciudadanos, según cifras del Gobierno Nacional. Muchos de ellos ya están radicados a lo largo y ancho del país. En Ubaté, por ejemplo, no se tiene un número exacto de los venezolanos, pero se estima que supera los 200. 

La Villa conoció la historia de Ana Ortega, una venezolana procedente del Estado Zulia, quien tiene 27 años y llegó a Ubaté en mayo de 2017, acompañada de su esposo Ender José Nieves, de 33 años. Se radicaron en el sector de Chircales, motivados por otros compatriotas.

Al llegar a Ubaté Ana se enteró que estaba embarazada. La Villa.

Los primeros días no fueron fáciles para ellos, pues tuvieron que soportar un nuevo episodio humillante y doloroso en tierras ajenas. Cuentan que al llegar a este sector una mujer les alquiló una habitación sin el consentimiento de sus padres, quienes al darse cuenta de su presencia los obligan a salir a media noche de la habitación. A raíz de ese amargo momento tuvieron que encontrar un nuevo lugar donde el propietario los dejó quedar mientras conseguían trabajo para empezar a pagar el arriendo.

Llegaron sin pasaporte, el documento que los identifica, lo que complicó aún más sus primeros días en busca de trabajo y ayuda. Para colmo de preocupaciones, Ana se enteró, a los pocos días de llegar a Ubaté, que estaba embarazada.

Esta venezolana dejó en su país a dos hijas menores, de 7 y 12 años, en compañía de su madre y su hermana menor. Dice que ella es la mayor de las hijas y debe responder por ellas. “Yo estaba trabajando en una clínica de ayudante de cocina (En Venezuela). Mi trabajo era fijo, pero como soy el sustento de mi casa tuve que renunciar porque el sueldo no me daba para todos”, narra Ana.

En el barrio Chircales existe una colonia de venezolanos. La Villa.

Todos los días habla por teléfono con las niñas y su mamá, a quienes recuerda con la voz entrecortada. Como no tiene trabajo en la actualidad, quien responde por los gastos en la casa y envía dinero a la familia en Venezuela es Ender, quien ha trabajado en lavaderos de carros, restaurantes y talleres en Ubaté.

Fundación Provida 

Ana y Ender llegaron sin nada. En la habitación solo tenían un colchón, y comparten cocina y baño con otros venezolanos. “No es muy lujosa la casa, pero humildemente aquí estamos. Gracias a Dios tenemos una techo donde dormir”, indica.

Después de sufrir meses de escases y lágrimas, Ana llega a finales de noviembre a la Fundación Provida, una entidad que ayuda a las mujeres embarazadas en estado de vulnerabilidad. “Ella llegó con hambre, siete meses de embarazo, una situación económica bastante difícil y se le notaba la tristeza en su rostro”, cuenta Ivonne Aldana Sánchez, representante legal de la Fundación.

Provida la recibió y le escuchó sus necesidades y, según esta entidad, al visitar la residencia de Ana, en Chircales, evidenciaron que dormía en el piso sobre un colchón y que no tenía nada. Gracias a la gestión de la Fundación lograron conseguirle una cama y demás elementos de hogar y emplearon a Ender.

Anderson José, el nuevo miembro de la familia 

El 25 de enero de 2018 nació en el Hospital El Salvador de Ubaté Anderson José, el hijo de Ana y Ender, parto que cubrió la Secretaría de Salud del departamento y que acompañó la Fundación. “Hace una semana el niño se enfermó y tuve que llevarlo al Hospital, me lo atendieron pero a la hora de salida no tenía forma de pagar. Gracias a la trabajadora social allá pudimos salir”, señaló Ana.

Hoy ella hace parte de la Fundación, en la cual realiza dos veces por semana talleres de capacitación para potenciar sus habilidades en alguna actividad artística, agrícola o artesanal y así aprenda a trabajar de manera independiente.

¿Qué le espera a Ana y a su familia? 

Esta venezolana, por ahora, no tiene planes de regresar a su país, pero desea traerse a su familia, aunque reconoce que es complicado, ya que en Venezuela no hay ni papel para imprimir los pasaportes y cree que sin ese documento es complicado que las dejen entrar.

Hoy, con su esposo Ender trabajando, ya no deben arriendo y cuentan con lo necesario para sobrevivir. Ella, por su parte, continua al cuidado de su bebé.

Sobre sus compatriotas que llegan a Ubaté a delinquir y a prostituirse dice que cada quien es responsable de sus actos y que por uno pagan todos. “Aquí las personas son muy amables. Nos damos a querer porque no somos groseros, no tenemos mañas y somos trabajadores”, concluye.

Jorge Suárez Celis

@jorge1suarez

REDACCIÓN LA VILLA

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