Milú y Sayid, los perros que sobrevivieron al envenenamiento en Ubaté

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Indignada, molesta y triste se encuentra la comunidad del valle de Ubaté y los defensores de los derechos de los animales con la noticia del envenenamiento de cuatro caninos en la noche del viernes, 19 de mayo.

En total fueron seis los perros que comieron las menudencias envenenadas que utilizaron para matar a las mascotas de los residentes del barrio Norte. Pero, por fortuna, dos se salvaron.

Uno de ellos fue Sayit, un Golden Retriever que luchó contra el veneno y que gracias a la oportuna reacción de su dueño, Diego Castiblanco, se salvó. “Me llama una amiga y me dice que el perro estaba vomitando, golpeándose contra la pared y aullando por el veneno tan fuerte”, narra Diego.

Diego se llevó a Sayid a una finca en la vereda Palacio. La Villa.
Sayid se recupera y ya corre por las praderas de Ubaté. La Villa.

El momento fue de pánico y de angustia. Sayid había ingerido parte de las menudencias que, en ese momento, nadie sabía contenían veneno. Pero las reacciones del animal dieron pie para sospechar que algo andaba mal. Eran las 9 de la noche y cada segundo era vital si se quería salvar a Sayit. “Le empecé a dar leche revuelta con aceite de cocina y huevo, utilizando una jeringa para que vomitara”, cuenta Diego.

Sayit, finalmente, vomitó gracias a los remedios caseros que le preparó su amo, buscando que expulsara el veneno. Luego, Diego se echó al hombro a la mascota en busca de un veterinario cerca de La Legua. “(El veterinario) le inyectó un antídoto para el veneno y de una hizo defecar al perro y ya ahí reaccionó porque estaba muy decaído. Temblaba”.

Pasó una hora y las buenas noticias llegaron: Sayit empezó a mostrar signos de alivio y recuperación. Le dieron de alta. “Damos gracias al veterinario, ya que la droga que utilizó fue muy efectiva”, puntualizó Diego.

Luego de recobrar la esperanza, Diego volvió a la zona donde habían intoxicado a su perro y encontró más veneno cerca. “Empecé a revisar por las cuadras para ver si había más veneno. Pero lo que encontré fue que había dos perros muertos en la esquina y otro agonizaba, pero los dueños también estaban reanimándolo. ¡Lograron salvarlo!

Manolo y Milú, los Cocker Spaniel

Manolo, un  perro de raza Cocker Spaniel también murió. Erika Castiblando, su dueña, narra  cómo sucedió todo: “anoche cuando llegaba de la universidad vi que había un perro que estaba caminando como borrachito, fui a sacar a mis perritos a las 10:30 pm y cuando los saqué el otro animal se cayó, entonces de inmediato me di cuenta que estaba envenenado. Subí, encerré a mis perros y bajé a ver qué le pasaba al otro animalito, pero ya estaba muy mal”.

Erika regresó a su casa y notó que Manolo, una de sus mascotas, también había ingerido el veneno: sangraba, respiraba con mucha dificultad y no podía moverse. Fue poco lo que pudo hacer por él, pues murió minutos después. Pero no era el único afectado, pues Milú, su otra Cocker Spaniel estaba caminando en zigzag. “Empezó a caminar como borrachita, le temblaban las piernas y escupía mucha baba, así que empezamos a darle muchas cosas: huevo, café con agua, leche, y vomitó un montón. Luego se acercó una veterinaria, la inyectó y fue peor porque se cayó”, detalla Erika.

Erika junto a Milú, con un cartel que recuerda a Manolo. La Villa.
Milú creció junto a Manolo, ahora deberá seguir sola. La Villa.

En la mañana del sábado, Milú seguía muy mal, así que su dueña decidió llevarla a la veterinaria de confianza. Allí, la doctora le aplicó dos inyecciones y, como lo indica Erika, el medicamento fue certero porque gracias a eso Milú hoy se recupera de las lesiones causadas por el veneno.

Sin embargo, la ausencia de su compañero Manolo es evidente, pues llora frecuentemente y no es tan activa como antes. “La perrita es la que más siente la ausencia de Manolo porque es la que llevaba más tiempo con él. También es muy triste para nosotros porque ya hacían parte de nuestra familia, son  muy cariñosos y no le hacían mal a la gente; a veces la gente es muy injusta”, puntualiza.

 El adiós para Klauss, el Bullmastiff

Camilo Pérez, de 24 años, sufre por la pérdida de Klauss, su perro de raza Bullmastiff que lo acompañaba desde hace 6 años. “Eran las 10 de la noche y salí a reclamar un paquete a menos de 20 pasos de mi casa y Klauss salió conmigo, pero no paró donde yo estaba sino siguió y encontró unas menudencias de gallina, las cuales ingirió. Yo no le presté atención y no pasó ni un minuto cuando el perro empezó a caminar extraño: las patas traseras se le empezaron a trabar”. Al percatarse de la situación, Camilo tomó a su perro de 70 kilos y  como pudo lo llevó hasta su casa, pues la mascota no podía caminar.

La mamá de Camilo ya se encontraba durmiendo y tuvo que despertarla para que lo ayudara a salvar a Klauss. “Mi mami y yo intentamos darle café y huevo tratando de salvarlo, mientras mi hermano llegaba con la veterinaria. Cuando ella llegó (la veterinaria) lo inyectó y no hubo nada más qué hacer. Después pasaron como dos minutos y Klauss falleció: botó espuma por la nariz y por la boca”, cuenta Camilo con dolor.

Por ahora, Camilo no quiere adoptar ni comprar una nueva mascota, pues la pérdida de Klauss ha sido muy dura no solo para él sino para su hermano, su madre y su papá. “ Se siente el vacío en la casa, es muy verraco. Será un vacío muy difícil de llenar porque lo que vivimos con Klaus fueron momentos e historias únicas”, narra.

Sin embargo, Camilo no solo tenía a Klauss. Chocolate, un perro criollo que encontró su hermano en la calle, también hace parte de la familia, pero se encuentra desaparecido desde las 9 de la noche del viernes, 19 de mayo. Se cree que también pudo haber ingerido el veneno, pues salió una hora antes que Klauss.

Klauss y Chocolate acostumbraban a salir juntos todos los días hasta una panadería del barrio, en donde su propietario le regalaba un pan a cada uno. Una vecina cuenta que Chocolate no solía comerse el pan y que llegando a la casa se lo daba a Klauss.

Camilo y su hermano no tuvieron corazón para enterrar a Klauss así que le pidieron el favor a un conocido que se llevara el perro. “Nos hicieron el favor de llevarlo y enterrarlo porque realmente no me sentí capaz porque es muy verraco ir  a abrir un hueco tan grande”, agrega.

¿Quién puso el veneno?

Hasta el momento se desconoce quién pudo haber puesto el veneno en varios puntos del barrio Norte, pues no hay testigos y, por infortuna, el sector no cuenta con cámaras de seguridad. Sin embargo, Camilo concluye: “entre el cielo y la tierra no hay nada oculto. La persona que hizo esto tendrá que pagar por lo que hizo y pienso que las va a pagar muy duro”.

Karla Amaya Granada

Jorge Suárez Celis

REDACCIÓN LA VILLA