“El día de hoy (25 de enero de 2016) caminaba en compañía de mi hermana y dos amigos frente al Bienestar Familiar, cuando vemos un perro mal herido y muy mal. Nuestra reacción inmediatamente fue ayudarlo y no dejarlo ahí, que se desangrara, ni dejarlo botado; como si lo hicieron varias personas que se encontraban cerca y lo único que hacían era mirarlo o ignorarlo. Acto de poca ética y reacciones que me parecen son de personas que poco pueden aportar a la comunidad”. Así, con estas palabras, el joven ubatense, Diego Vanegas, denunciaba en su red social de Facebook el abandono de un perro labrador callejero que mostraba evidentes signos de maltrato y abandono y que deambulaba por la calles del municipio de Ubaté.
Las reacciones de sus contactos no se hicieron esperar. De manera unánime, todos aplaudieron su buena acción y las voces de ayuda se iban multiplicando. El objetivo de Diego era atender las heridas del canino y conseguirle una familia que se hiciera cargo de él.
De manera fallida, pasó por la estación de policía y la Umata Municipal, esta última, que se supone es el ente encargado de atender estas eventualidades, no le pudieron ayudar, puesto que el cambio de administración impidió que todos los procesos, para esa fecha, estuviesen organizados.
“No teníamos en qué llevar el perro, así que nos tocó llevarlo caminando en la búsqueda de ayuda por parte de directivas del municipio. Le pregunté a un policía, y me dijo que me dirigiera a la estación, fui y allí me dijeron que fuera a la Umata, en donde me atendió una señora diciéndome que empiezan a trabajar desde el 15 de febrero y no había quién nos atendiera. ¿Esa es la protección de animales que hay en Ubate? Si los funcionarios están en vacaciones, ¿No debe haber gente capacitada para suplir necesidades mientras ellos se ausentan?”, se preguntó indignando, Diego.

Como pudo, y con la ayuda de sus amigos, Diego, finalmente, logró reunir un dinero y conseguir una veterinaria para que el perro recibiera la primera atención. Mientras eso pasaba, el poder de las redes sociales parecía tener efectos positivos, ya había posibles adoptantes del labrador.
Natalia Martínez Cubides, quien vivió en Ubaté y está radicada en Bogotá, observó el reclamo de Diego y de inmediato se interesó en el canino. “Vi la publicación, me puse a leerla y al ver las fotos yo creí que lo había maltratado una persona, y según Diego no lo podía tener mucho tiempo y que si no encontraba a alguien que lo adoptara entonces él tenía que dejarlo en la calle de nuevo, entonces yo le conté a mi mamá y me dijo que bueno que íbamos ayudar. Empezamos a buscar personas para que lo adoptaran, porque yo vivo en Bogotá en un apartamento muy pequeño y pues ya tengo una perrita”, cuenta Natalia.
Pasada una semana, Natalia, quién estudió en el Colegio de La Presentación, viajó, junto con su tía a Ubaté para llevarse al labrador. “Cuando yo lo vi estaba muy mal, la herida que se ve en la foto ya la tenía mucho mejor porque Diego la había tratado y también lo había llevado a un veterinario, pero sufría de más cosas, el perro vomitaba. Cuando lo trajimos aquí a Bogotá, lo saqué a dar una vuelta, pero estaba muy decaído y no caminaba más de media cuadra. Tenía que alzarlo”, narra.
Para tratarle la anemia, el veterinario que estuvo a cargo de él, tuvo que utilizar sangre de su perro para hacerle una transfusión y utilizar medicinas.
Natalia sabía que era muy complicado quedarse con el canino, pero muy en el fondo sabía que iba hacer así, fue por eso que de inmediato se puso a la tarea de buscarle un nombre, y luego de revisar varias opciones, el labrador callejero de tres años de edad y casi moribundo fue nombrando como Louis, “me gustó ese nombre”, cuenta entre risas Natalia.
Ya con un nombre y con alguien que le ofreciera compañía y amor, Louis fue llevado a una veterinaria para ser revisado. “Le tomaron una muestra de sangre y tocó internarlo un día en esa veterinaria y al otro día nos dijeron que tenía anemia y una infección en el riñón. Luego lo cambiamos a otra veterinaria y la consulta nos la dieron gratis porque contamos la historia y ahí estuvo dos semanas internado”.
Ni Diego y Natalia saben a ciencia cierta cuánto tiempo duró en las calles Louis, lo que si era evidente era el mal estado en el que se encontraba. Para tratarle la anemia, el veterinario que estuvo a cargo de él, tuvo que utilizar sangre de su perro para hacerle una transfusión y utilizar medicinas.

Mientras Louis ‘renacía de las cenizas’, Natalia encontró a una compañera de la universidad que conoció la historia y se interesó por el renacido perro. Al cumplirse las dos semana en la veterinaria, el perro era otro ser vivo, su pelo recuperó su color natural, sus heridas ya habían cicatrizado y sus energías ya le permitirán caminar.

Al salir, Louis fue llevado con su nueva dueña, pero no sería por mucho tiempo. “Mi amiga se lo llevó a Suba, pero el padrastro de ella no quería más animales en la casa y lo dejaron escapar dos veces, pero lo encontraban porque Louis tenía como una pañoleta de la veterinaria en la que había estado, entonces ahí tenía los contactos, y ya la segunda vez, con mi mamá dijimos que no se la íbamos a devolver porque fue mucho esfuerzo, tiempo y dinero, y yo quiero mucho a Louis, entonces decidimos consérvalo”, relata, Natalia.
Hoy, luego de seis meses de haber sido rescatada por Diego y de estar con los cuidados de Natalia, Louis goza de una familia. Comparte espacio con Bruna, otra perra de raza York Terrier.
Jorge Suárez Celis
REDACCIÓN LA VILLA